¡GRATITUD A JESÚS!

GRATITUD A JESÚS
Salmos 75:1
Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos, Pues cercano está tu nombre; Los hombres cuentan tus maravillas.

Qué hermoso es contar las maravillas que nuestro Dios hace con nosotras sus hijas, y como resultado de ello tenemos un corazón agradecido.

Hoy recordaremos juntas a un hombre agradecido de un grupo de diez, veremos su sanidad y salvación por fe, en un encuentro con Jesús.
En tiempos antiguos la enfermedad de la lepra era consideraba como castigo del pecado. 
Era la enfermedad más terrible puesto que entonces era incurable. El leproso vivía alejado de la sociedad en cuevas y descampados, fuera del mundo de los sanos. 
La lepra les costó a muchos de ellos todo lo que tenían: esposas, hijos, trabajos y obviamente la salud. Algunos terminaron desamparados, desvalidos, totalmente perdidos.
Si has estudiado sobre la lepra alguna vez, puedes imaginar las terribles condiciones en que estaban, ya que está enfermedad en la Biblia siempre ha sido un tipo del pecado.
El pecado es "Separación y ruptura"

La Escritura dice que cuando estábamos en nuestro pecado no podíamos acercarnos a Dios.
Romanos 3:23
por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.
Amadas estábamos separadas de Él y había una distancia infinita entre Dios y nosotras.
Ahora no es casualidad que Jesús descienda a esos lugares donde vivían los marginados, él fue a rescatarlos.

Vemos una vez más a Jesús, Dios hecho carne, viniendo a las regiones más marginadas, oscuras y extrañas, y a todos aquellos que, según algunos, no merecen ni pueden recibir el reino de Dios.
Jesús trae el reino de Dios a leprosos y a extranjeros y a esos lugares.
Empecemos con el relato.
Jesús va de camino a Jerusalén:
Lucas 17:11
Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
La zona entre Samaria y Galilea es un área fronteriza marginada y hasta odiada por los judíos. Además lejana del centro del poder religioso y político de Jerusalén.
Esa frontera era un lugar donde no se da ni se recibe amor. 
Es el lugar del abandono, de los menos importantes, de los despreciados. 
Encontramos a Jesús en ese lugar de personas rechazadas y olvidadas por la sociedad, donde los leprosos establecen su morada, eran enfermos solitarios. 

Y al menos uno de ellos era, además, samaritano. O sea, dos veces marginado: por ser leproso y por ser samaritano. 
La frontera era un lugar inhóspito. Parecería que Dios se hubiera olvidado de esa aldea y de las personas necesitadas que allí vivían.
Parecería que Dios prefiere morar en Jerusalén, pero Jesús viene a demostrar lo contrario y al entrar a la aldea le abordan unos leprosos.
Lucas 17:12
Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos.
Estos leprosos mantienen una distancia prudente, ya dictada por la ley.
Era costumbre no acercarse a los que pasaban cerca, por temor a contagiarlos. 
Había una ley que mandaba ser  separados de la sociedad y ellos la estaban obedeciendo:
Levítico 13:46
Todo el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; estará impuro, y habitará solo; fuera del campamento será su morada.
Cuándo la gente caminaba cerca de ellos tenían que gritar: “¡Inmundo, inmundo!”

Este grupo de diez al parecer tenían en común el dolor, estaban en una miseria compartida.
No era raro que los leprosos se junten entre sí. Eran marginados de la sociedad en general.
Ellos clamaron:
Lucas 17:13
y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!
Cómo se fijan ellos no estaban pidiendo dinero.
¡Estaban pidiendo misericordia! 
Estaban suplicando su sanidad, se unieron a orar no les importó sus prejuicios nacionales.
Ellos elevaron una oración hacia el Dios de los cielos, hacia su Salvador, su dolor había roto toda barrera.
Su lepra les había hecho olvidar que eran Judíos y samaritanos, se dieron cuenta que eran hombres en necesidad.
Miremos la respuesta de Jesús a su oración:
Lucas 17:14
Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
¡Que mandato!
¿Por qué Jesús les mandaría a realizar el ritual escrito en la ley de esos tiempos?
Por obediencia a la ley, ya que él no vino a quitarla, sino a darle el verdadero valor.
Mateo 5:17
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.

Pero mientras ellos iban sanando Jesús les estaba dando una oportunidad de regresar a conocer la libertad de todo ritual en él.
El samaritano regresó a Jesús porque no estuvo atado por formas y rituales.
Los otros nueve habían sido criados ortodoxos, sus mentes estaban entrenadas desde la niñez en el ritual y la ceremonia. 
Todavía estaban atados por su tradición. 
Además una condición de la sanidad fue la obediencia.

Ellos había clamado y solo quedaba mostrar su fe por su obediencia.
A medida que avanzaban hacia el rito, iban experimentando la bendición de la obediencia.
Al ir ellos en obediencia sin cuestionar, fue verdaderamente fe, el hombre viejo iba quedando atrás.
Los diez estaban dispuestos a hacer una ceremonia religiosa,
Pero sólo uno estaba lleno de la verdadera alabanza y acción de gracias. 
Ellos recibieron la orden de Jesús y sucedió el milagro por creer y obedecer.
Dios también honra esa clase de fe.
Pero de el grupo de diez, nueve siguieron su camino.

Muchas veces las acciones religiosas externas no es suficiente, pero la actitud del corazón es más valioso cuando brota el agradecimiento.
De los diez leprosos que Jesús curó, solo uno regresó alabando a Dios a grandes voces:
Lucas 17:15-16
Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano.

Me imagino a el samaritano pensando en todo el sistema religioso, diciéndose así mismo: 
¡no aceptaré esto, de ninguna manera!
Él estaba asombrado y con un deseo enorme de adorar a Jesús y volvió.

El hombre ya sano no podía parar de gritar: alabanzas que brotaron de lo más profundo de su ser.
Diez leprosos fueron sanados, pero sólo uno lo elogió.
Jesús sorprendido responde a su adoración con unas preguntas:
Lucas 17:17_18
Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿Dónde están?¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?

Jesús extrañó a los nueve que no volvieron a dar gracias, también se da cuenta de la falta de gratitud.
Amadas las mismas preguntas que fueron hechas en ese momento, nuestro Señor lo hace en estos tiempos constantemente.
¿Dónde están los que sane?
¿en donde están los que salve?

Los diez leprosos tenían de nuevo salud, vida, todos habían clamado la misma oración, hubo un mismo clamor, una misma voz de necesidad, pero solo uno regreso a reconocer su deuda junto a una espontanea expresión de adoración y alabanza, el se postro a sus pies.

Amadas cultivemos una actitud de gratitud, tomando el tiempo para dar gracias a Jesús por las oraciones respondidas, su constante amor, su perdón, su gracia y especialmente por la promesa de la presencia de Dios en nosotras.
Es fácil ser como los nueve leprosos que se olvidaron de dar gracias a Jesús. 
Seamos como el uno que se volvió y se detuvo a gradecer y adorar al que le había devuelto la vida.
Seamos rápidas para expresar gratitud al igual cuando clamamos por ayuda.

Sabes el leproso que volvió, el remanente fue recompensado por su fe y obediencia, El obtuvo la salud y la salvación de su alma lo que los otros nueve no.
Jesús le dijo:
Lucas 17:19
Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.

Cuando Jesús le dijo que su fe lo salvó, se refería a la obra de Dios dentro de su corazón.
Los otros leprosos se quedaron con cuerpos sanos, pero los corazones enfermos, esclavos de su religiosidad y rituales, estaban muertos.

Creo que si cualquier persona adora a Jesús como hizo este hombre, quedando postrado a sus pies, gritando gracias sin moderación.
¡Esta persona está decidida a nunca dejar a Jesús! 
En su corazón diría: ¿A quién iré?
Pedro lo entendió, miremos lo que dice:
Juan 6:68
Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
El leproso sanado se sintió libre de la esclavitud y supo verdaderamente disfrutar de la libertad de la sanidad física y del alma, que Jesús le regaló.
Le dio libertad para adorarle.

Como cristianas, la gratitud debiera estar siempre presente en nuestro corazón, es una parte de nuestra adoración hacia Él. 
Debemos expresar nuestro agradecimiento a Dios con regularidad por las bendiciones que nos da y a las demás personas por sus actos de bondad hacia nosotros.
La falta de agradecimiento nos muestra orgullo en el corazón.

Amadas hermanas, con este milagro de sanidad Jesús logró fortalecer y aumentar la fe de sus seguidores y discípulos que momentos antes les había pedido: ¡auméntanos la fe!

Finalizo diciendo que estoy eternamente agradecida, porque de entre la multitud, me escogió, Su poder redentor se hizo vida en mí, y hoy puedo decir: ¡soy libre! ¡Jesús me ha limpiado! ¡Jesús me ha salvado!


SIEMPRE HAY UN MOTIVO DE AGRADECIMIENTO HACIA JESÚS, CULTIVEMOS ESA ACTITUD PARA SER MAS FUERTES Y FELICES ESPIRITUALMENTE.

¡Dios con nosotras!

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