LÁGRIMAS
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LÁGRIMAS Salmos 39:12
Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor. No calles ante mis lágrimas; Porque forastero soy para ti, Y advenedizo, como todos mis padres.
Escuché muchas veces decir en la creencia popular, que llorar trae increíbles beneficios para la salud.
Dios creó en Su sabiduría el maravilloso sistema lagrimal para que actúe como una válvula de escape en esos momentos en que la tensión emocional que oprime nuestro pecho se dispara, impidiendo así que colapsemos.
Si no fuera por la virtud de las lágrimas, muchas personas se desplomarían ante nuestros ojos, cayendo literalmente muertas.
Pero gracias sean dadas a Dios, porque no sólo nos ha concedido el hermoso privilegio de llorar, sino que aún ha prometido que algún día todas nuestras lágrimas serán enjugadas:
Apocalipsis 21:4
Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
Hoy quiero dar un vistazo a algunos que lloraron y mostraron su debilidad aún siendo siervos de Dios.
Empezamos con David, hoy lo vamos a ver en su mayor expresión de sinceridad hacia Dios y le confiesa en su Salmos 6:6
Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas.
Vemos que David está abatido y se presenta ante Dios con una oración sincera y agonizante para aliviar su estado doloroso.
Era tanto su dolor que no podía dormir.
Las lágrimas expresadas del rey David son realmente sinceras.
David terminó el salmo con una nota de confianza. Hizo su grito agonizante a Dios y Dios lo escuchó.
Ahora veamos a Jacob, el patriarca también lloró desconsoladamente cuando pensó que su hijo amado José había muerto, sus hijos le habían engañado:
Génesis 37:35
Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo; mas él no quiso recibir consuelo, y dijo: Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol. Y lo lloró su padre.
Ana, la madre de Samuel también lloró amargamente, ella estaba molesta, triste y no quería comer ya que no podía tener hijos y se presenta a Dios llorando:
1 Samuel 1:10
Ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.
Ezequías, rey de Judá poderoso y fuerte en batallas supo llorar porque había enfermado de muerte y se dirige a Su Señor:
2 Reyes 20:3
Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro.
Al profeta Nehemias también lo vemos llorar al enterarse de la condición del templo de Dios en Jerusalén, el se presentó a su Dios en ayuno y oración:
Nehemias 1:4
Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.
Cómo notamos en estos algunos ejemplos de estos siervos y sierva, su dolor los llevó a buscar misericordia de Dios, ellos fueron a su Señor por qué sabían que recibirían además gracia, una maravillosa respuesta de Aquel que puede librarlos de su tristeza.
Por otro lado en las escrituras Jesús en uno de sus sermones en el monte de los Olivos, nos dice que somos benditos al llorar.
Mateo 5:4
Bienaventurados los que lloran; porque ellos recibirán consolación.
A veces lloramos de gozo al ver que Dios obra maravillosamente a nuestro favor ya sea por un respuesta a una oración contestada, o por el gozo que nos da, al saber que hemos sido salvadas y trasladadas de un lugar oscuro a una lugar de Luz, hemos sido redimidas.
Jesús desea que al llorar seamos conscientes de nuestra bancarrota espiritual, de nuestra triste condición sin él.
¿Haz llorado tu por gratitud?
¿Son sinceras tus lágrimas?
Cabe decir que las lágrimas que derramemos no sean lágrimas de cocodrilo, lágrimas fingidas, sino, lágrimas de un corazón contrito y humillado, arrepentidas por nuestros pecados.
Vemos también que Jesús no tuvo reparos en llorar, pero no por fallar a Su padre, sino de dolor y lo hizo públicamente frente a las multitudes, cuando visitó la tumba de su amado amigo Lázaro, y además vemos que lloro por el dolor de los que acompañaban el funeral, vio el sufrimiento de ellos y que no entendían que la consecuencia del pecado produce la muerte.
Romanos 6:23
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
El lloro sincero no fue un motivo de vergüenza para Jesús, ni constituyó una razón para sentirse humillado.
Si hay un momento en la vida de nuestro Señor, es que tanto su sencibilidad humanidad como su perfecta Deidad alcanzaron un punto muy luminoso, fue precisamente en aquella imágen cuando lo encontramos llorando por la muerte de su amigo Lázaro.
Juan 11:35
Jesús lloró
En otra oportunidad Jesús llora al ver el rechazo a su persona, Su pueblo no lo acepto ellos estaban ciegos espiritualmente, su dolor era por los pecados de la humanidad:
Mateo 23:37-39
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
También en otra ocasion vemos llorar a nuestro Señor, al finalizar su misión en la tierra, en el Huerto de Getsemani en los días de su carne, por el dolor producido, unas lágrimas como gotas de sangre, fue un llanto y un clamor agonizante:
Hebreos 5:7
Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.
Amadas y si nuestro poderoso Señor quién es nuestro modelo en todo supo llorar abiertamente,
¿Quiénes somos nosotras para retener las lágrimas en esos momentos, en que nuestros corazones se hacen añicos frente al abuso, la injusticia, la enfermedad, la pérdida de un ser querido, o a causa de nuestros muchos pecados?
Las Escrituras también dicen que hay lágrimas de arrepentimiento genuino y vemos a Pedro que lloró al negar a Jesús tres veces:
Lucas 22:62
Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
Y así llegamos hasta el tiempo del Apostol Pablo y vemos que su ministerio estuvo sembrado de abundantes lágrimas por la causa de Jesús:
Filipenses 3:18
Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo.
Y así a lo largo de las escrituras vemos llorar a hombres que amaban al Señor y eran fuertes porque sabían que sus lágrimas eran parte de sus oraciones.
Alguien dijo una vez:
“Las lágrimas derramadas son amargas; pero más amargas son aquellas que no se derraman”.
Y por qué no mencionar al príncipe de los predicadores que escribió en una ocasión: “Las lágrimas de los creyentes son sus oraciones líquidas”.
El llanto no es más que otra manera de orar; llorar es expresar con lágrimas lo que no podemos decir con palabras. Hay dolores tan grandes que enmudecen nuestros labios y el único camino que encuentra el corazón para expresarse, son las lágrimas.
Llorar no es señal de debilidad, sino de fortaleza. Nunca es más fuerte un cristiano que cuando llora, pues eso es un reconocimiento de su propia impotencia y de su dependencia y confianza en Dios.
El llanto es siempre más beneficioso que la risa o el placer, porque nos acerca más al Señor. Y sabemos que cada lágrima vertida por nosotras ante el trono de la gracia será siempre recordada y recogida por Dios en su redoma:
Salmos 56:8
Mis huidas tú has contado; Pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están ellas en tu libro?
Mis amadas entonces sigamos el ejemplo de estos testigos que lloraron abiertamente con dolor, muchas veces amargamente.
Al vertir lágrimas sinceras nuestro Padre se compadecerá de nuestro dolor.
Vayamos a sus pies y dejemos que nuestras lágrimas riegen Sus pies y su altar con humildad en el corazón, sabiendo que ellas nos liberan de tensión al confiarle todos nuestros pesares siguiendo adelante, llorando y avanzando.
MANTENER LAS MANOS EN EL ARADO MIENTRAS NO SECAMOS LAS LÁGRIMAS, ES NUESTRO LLAMADO.
¡Dios con nosotras!
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